Axel Juárez Rivero
Al
Pueblo consciente de México
que luchó y lucha por una Patria Nueva
Ver la Revolución Mexicana, es ver una multitud de
procesos insertos en uno mismo. Corrientes divergentes, golpes y contragolpes,
lealtades que rompen, filiaciones momentáneas. Líneas yuxtapuestas de un
mosaico de ideas y hechos.
No se puede analizar este momento de la historia de
México como un proceso fragmentado, pero aún así, dentro de la Revolución
Mexicana, hubo muchas Revoluciones. Una evaluación histórica a más de un siglo,
ciento tres años, nos permite hacer una visión de conjunto. La revolución hoy,
como planteamiento político.
I
La Revolución ayer
Antecedido
por las movilizaciones obreras, y atizada por las condiciones de pobreza,
desigualdad y autoritarismo, la Revolución Mexicana inicia con el detonante del
movimiento democrático de Francisco I. Madero encaminado, principalmente, a
reconquistar las libertades políticas perdidas durante la dictadura, sin dejar
de lado ciertas reivindicaciones sociales, en esencia de tipo agrario.
Tras
la caída de Díaz, y la llegada de Madero a la presidencia –en 1911– esas
demandas sociales, plasmadas en el Plan de San Luis no se ven materializadas
con la inmediatez que reclamaban los sectores campesinos. Ello ocasionaría
nuevamente el levantamiento de Emiliano Zapata enarbolando el Plan de Ayala,
que propugnaba el regreso de las tierras a los campesinos y dar fin a los
latifundios, las grandes extensiones de tierras en manos de unos cuantos hacendados.
“Tierra y Libertad” era la consigna.
La
minoría privilegiada porfirista, que se mantenía, los grupos más regresivos de
la sociedad aliada a las partes conservadoras del Ejército Federal en colusión
con los intereses extranjeros creados en el país, fraguaron el golpe de Estado
que derrocaría al Presidente Madero, asesinándolo.
El
cuartelazo que puso en el poder a Victoriano Huerta desencadenó el nuevo levantamiento
de Francisco Villa, que encabezaría un poderoso ejército del pueblo, la división
del Norte; Zapata con el Ejército
Libertador del Sur, en conjunción con las tropas de Venustiano Carranza.
Huerta
caería en 1914, se entró, entonces en el período más convulso y sangriento de
la Revolución, que dividió definitivamente a las fuerzas revolucionarias. Las
diferencias de todo tipo, sociales, económicas, políticas, militares e
ideológicas. Mientras Zapata sostenía un reparto agrario inaplazable, ejemplo
de ello sería la “Comuna de Morelos” punto que convergía con el villismo, de
mayores aspiraciones sociales. Carranza –viejo liberal– se mostraría con posturas más moderadas e
incluso conservadoras, muestra de ello: derogaría su propia legislación en
materia agraria, anulando la Ley del 6 de enero de 1915; cancelaría la ley
agrarista de Salvador Alvarado en Yucatán y reprimiría con peculiar violencia
la huelga de julio y agosto en la Ciudad de México. Dos concepciones se
encontraron antagónicamente irreconciliables.
En
un intento de unificación y discusión pacíficas se conformó la Convención de
Aguascalientes que pasando por diversas etapas, sus intentos resultaron infructuosos. Entre 1915 y 1916 la
lucha de facciones estallo violentamente. Villistas y zapatistas unirían
esfuerzos, al menos en la intención,
contra Carranza.
Sin
embargo las particularidades del ejército zapatista, estrictamente campesino y
regionalista, lo llevarían a aislarse,
dejando de lado un panorama más amplio. Sobre la División del Norte caería la
respuesta militar del ala agrarista de la Revolución. A pesar de la enérgica resistencia, Villa y
Zapata fueron derrotados por los carrancistas.
En
diciembre de 1916 se convocó a un Congreso Constituyente que refundara el Pacto
Social. Aunque derrotados en lo militar, los postulados del villismo y del
zapatismo permearían en el nuevo texto constitucional. Era evidente, cuando no
una necesidad histórica, que tras una Revolución de las magnitudes en que se
dio la mexicana la vida pública se tenía que transformar profundamente. México
había cambiado para siempre: había caído la dictadura, las relaciones entre las
masas y el Estado se modificaron en su equilibrio, las relaciones sociales se
volcaron, se instauraría un nuevo modelo económico y la cultura se tornaría en
una revaloración hacia lo mexicano.
A
razón de la historia, tras todo lo que sucedería y deviniese en la etapa
postrevolucionaria, y al día de hoy, una de los logros materializados de la
Revolución Mexicana fue la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos.
Las
acciones sociales que emprenderían los gobiernos surgidos después de la
Revolución, llevarían como característica la puesta en práctica y el debate sobre
alguno de los artículos de la Constitución de 1917.
II
La
revolución hoy
En
este momento histórico ver a la Revolución Mexicana, en su conjunto, es
asimilar las grandes demandas del Pueblo que lo llevaron a levantarse.
La
Revolución Mexicana es la lucha por la democracia: el respeto a todas las
libertades políticas ciudadanas, el respeto al voto, a la libre manifestación
de las ideas, a la asociación, al Sufragio
Efectivo y la No Reelección. Exigir
un gobierno democrático y republicano. Demandas que no se han alcanzando, pues
las elecciones pervertidas en su funcionamiento y controladas por los poderes
de hecho, han impedido que se respete la voluntad popular, en marcado en un
clima de regresión en las libertades públicas.
Levantar
hoy las banderas de la Revolución, es pugnar por que se regresen las tierras a quienes la trabajan.
Regresar las tierras usurpadas por las compañías extranjeras a las comunidades.
Es luchar por la soberanía alimentaria del país, reactivar al campo mexicano,
reconstituir el tejido social agrario y elevar los niveles de vida de quien nos
da de comer. A México lo forjaron los campesinos.
La
Revolución Mexicana significa hoy, defender el derecho de los trabajadores a un
salario justo, a mantener el derecho a huelga, a remuneraciones dignas, al
derecho a la salud y la seguridad social, a mantener una jornada mínima de
trabajo. Es moderar el abuso e inequidad de los patrones frente a los
trabajadores. Es defender todas las conquistas laborales.
La
Revolución Mexicana es sostener relaciones internacionales basadas en el
principio de la libre autodeterminación de los Pueblos y de la solidaridad con
los países pobres y con aquellos que pugnan por su liberación del los poderes
económicos globales.
La
Revolución es educación pública, gratuita, laica y nacional. Es defender
indubitablemente la propiedad de la Nación sobre las tierras, las aguas y todos
los demás recursos del país. Es mantener la propiedad nacional del petróleo y
la electricidad. Es mantener el postulado de que sea el Estado quién oriente,
conduzca, planee y coordine la actividad económica con miras al desarrollo
nacional en beneficio de las mayorías empobrecidas.
La
Revolución Mexicana como momento culminante en la historia de México, sintetiza
en sí misma, las otras dos grandes transformaciones de nuestro país. La
Independencia, en tanto surgimiento de la Nación Mexicana, cuyo sentido social
se observa en la abolición de la esclavitud de Hidalgo, y en la exigencia para
que se moderara la opulencia y la indigencia, aumentando el jornal del pobre,
de Morelos, hace más de doscientos años. La Reforma sentó las bases para la
consolidación del Estado, condición indispensable para la existencia de México
como nación soberana, que quitó el poder al clero y rompió con los proyectos
más regresivos de los conservadores. La defensa de la soberanía y de la República
con Juárez, frente a la intervención francesa y las presiones de Estados
Unidos. Significó una inflexión en la comunidad internacional y un elemento de
dignidad, moralidad y resistencia al interior.
III
La Contrarrevolución
La
Contrarrevolución de ayer es la contrarrevolución de hoy. Ya en la consumación
de la Independencia los criollos e incluso españoles, tomaron el control,
dejando de lado las necesidades y demandas de los sectores campesinos y
populares que habían sostenido desde un inicio la insurrección. De la Reforma y
la Restauración de la República, devino la dictadura de Díaz, con un gobierno
oligárquico empobrecedor. Los principios más altos de la Revolución se vieron pervertidos a la llegada
de caudillos al poder que se había alejado de las causas sociales, en un
fluctuante proceso de avances y retrocesos, más retrocesos que avances.
Es
complicado no darle una línea de continuidad histórica a la Revolución y a la
Contrarrevolución en la historia de México, mas cuando han sido dos las grandes fuerzas que
siempre se han confrontando por la nación: los que apelan al desarrollo
autónomo con los recursos internos del país en aras de justicia y soberanía, y
los que apelan a los poderes y bondades del exterior para dar término a los
problemas del interior.
La
Contrarrevolución hoy, es el neoliberalismo que desde hace treinta años se ha
impuesto, y que ha acabado con la voluntad popular, la economía nacional y el
desarrollo interno, poniéndolos a merced de los consorcios transnacionales. Política
económica empobrecedora, productora de marginación e ignorancia. Privatizadora
de los bienes públicos y socializadora de los pérdidas.
La
contrarrevolución es la entrega del país a los poderes de Washington. Es el que un grupo compacto haya cooptado
todas las instituciones del Estado, suplantado el Estado de Derecho, por una
serie de relaciones político-económicas destinadas a mantener su hegemonía. La
contrarrevolución ha arrebatado la soberanía al Pueblo de México, residente originaria
de ésta y única fuente del legítimo poder público. La República, la res pública, la cosa pública se ha
sustituido por el poder empresarial, haciendo del Estado una filial más del
Consejo Coordinador Empresarial, despojando al Pueblo de su legítimo poder. Son
los gobiernos impuestos mediante el fraude.
La
Contrarrevolución es la reforma a los artículos 27 y 28 constitucionales,
consistente en la entrega de los recursos de México a las corporaciones
económicas globales; es aniquilar la propiedad de la Nación sobre el petróleo y
la electricidad, es vender las tierras de los campesinos a los centros
turísticos extranjeros.
La
Contrarrevolución es neoliberalismo. Ya en el sexenio de Alemán, cuando este
pretendía abrir de nuevo la industria petrolera a las compañías extranjeras,
Daniel Cosío Villegas acusaba al presidente de “neoporfirista”, es decir
voltear de apostarle nuevo hacia la iniciativa privada y al exterior sin
restricciones.
Un
grupo de ejidatarios, declara: “El gobierno de Enrique Peña Nieto nos quiere
quitar nuestras tierras y bosques del Nevado de Toluca para entregarla a los
inversionistas, pero no lo vamos a permitir. Defenderemos la Tierra que nos
dejó el general Lázaro Cárdenas.” (Revista
Proceso, no. 1933)
IV
¿Para qué Revolución?
La
Revolución Mexicana fue un reencuentro con nuestra historia, de allí su
profundo carácter nacionalista, cuya raíz fueron las viejas y antecedentes
luchas del pueblo. Fue un redescubrimiento de lo mexicano, de la
insubordinación, de la dignidad. La Expropiación Petrolera es clara muestra del
sí se pudo, de una revitalización para los mexicanos.
La
Revolución Mexicana es, al día de hoy, no solo un proceso histórico sino un
planteamiento político que se ve vitalizado por las necesidades actuales del
país, para fortalecer un proyecto de
reconstrucción nacional. No es retórica anacrónica o superada, es la
recuperación de nuestra historia.
La
Revolución Mexicana, en ese sentido sintetizador y revitalizado es Soberanía
Nacional, Democracia y Justicia Social. Tres principios meridianos que ayer y
hoy representan nuestras aspiraciones.
En
las actuales circunstancias la Contrarrevolución predomina, y se apresta a dar
el asalto final al último reducto económico y simbólico de México, pero “(...) a
los que piensan que el petróleo, la electricidad deben seguir formando parte
del patrimonio nacional; a los que sienten que ningún proyecto globalizador
justifica la subasta de la Soberanía Nacional en materia eléctrica, organizar un gran Frente
de Resistencia en defensa de nuestras conquistas nacionales. Es decir el México
creado por las luchas del pasado frente al poder neoliberal que procura
liquidarlo.
No
todo se ha perdido. No todo impunemente se perderá.” Diría, en algún momento,
don Gastón García Cantú.
“Designando
el domingo 20 del entrante noviembre, para que de las seis de la tarde en
adelante, en todas las poblaciones de la República se levanten (…)
Conciudadanos:
si os convoco para que (…) derroquéis al gobierno del General Díaz, no es
solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino para
salvar a la patria del porvenir sombrío que le espera continuando bajo su
dictadura y bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin
escrúpulo y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos
nacionales, y si permitimos que continúe en el poder, en un plazo muy breve
habrán completado su obra; habrán llevado al pueblo a la ignominia y lo habrán
envilecido; le habrán chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta
miseria; habrán causado la bancarrota de nuestra patria, que débil, empobrecida
y maniatada, se encontrará inerme para defender sus fronteras, su honor y sus
instituciones.” Así convocaba Francisco I. Madero para que el día 20 de
noviembre de 1910, se levantara el Pueblo.
*Para nosotros, para los que hacemos nuestros
los mismos ideales, se convoca el día 1° de diciembre,
en punto de las diez de la
mañana, en el Zócalo de la
Ciudad
de México.